jueves, 7 de abril de 2011

EN JUNIO, NUEVAMENTE CARMEN















Ya se preparan los componentes del Coro del Teatro para la puesta en escena en el próximo mes de Junio de la ópera Carmen.
No por vista, despierta menos interés en los que asitiremos a este espectáculo para la vista y el oido.
Contará en esta ocasión con nuevo elenco y ello contribuye a que asistamos a un nuevo estreno.

MARÍA JOSÉ MONTIEL – MARCELO PUENTE - JOSÉ ANTONIO LÓPEZ – AINHOA GARMENDIA – CECILIA LAVILLA - MARINA PARDO - DAVID RUBIERA - JOSÉ CANALES - PACO SANTIAGO

ORQUESTA DE MURCIA – CORO DEL TEATRO VILLAMARTA
JESÚS RUIZ, escenografía y vestuario

ELENA HERRERA, dirección musical

FRANCISCO LÓPEZ, dirección de escena

ARGUMENTO:

Acto I

Primera mitad del siglo XIX en una plaza de Sevilla. Vemos a la derecha la manufactura de tabaco, al fondo un puente y a la izquierda el puesto de guardia de un destacamento de dragones. El cabo Morales y una quincena de soldados se distraen viendo a los «raros» transeúnte que por allí pasan. Se les acerca una muchacha y les pregunta por Don José, respondiéndole Morales que no es cabo de su compañía pero que llegará más tarde con la guardia entrante para relevarlos a ellos. La «galante» propuesta de esperar en el puesto de guardia que le hace Morales es declinada por la joven que le responde que volverá más tarde, tras el cambio de guardia.
Al poco tiempo se oyen, a lo lejos, los clarines de la guardia entrante y que congrega a los curiosos que quieren ver el pequeño desfile; la entrada de la guardia es acompañada por un grupo de chiquillos que marchan al paso de los dragones.
Durante el relevo Morales informa a Don José que hace poco ha venido una muchacha preguntando por él, este intuye que es Micaela, una jovencita de su pueblo por la que parece sentir ciertos sentimientos amorosos.
Tras el relevo vemos a Zúñiga, nuevo teniente del regimiento, preguntando a Don José por el edificio que está enfrente, interesándose por las cigarreras que trabajan en él. En ese momento suena la campana de la manufactura y aparecen las chicas que vienen a incorporarse al trabajo, una de ellas, Carmen, llega rodeada de muchachos que insistentemente le preguntan cuando les harán caso; es obvio que la belleza de la gitana no pasa inadvertida y esta responde con la celebre habanera «El amor es una pájaro rebelde...». Don José está metido en sus cosas y no presta atención hasta que Carmen le interpela directamente lanzándole una flor que el cabo recoge cuando todos se han ido.
Aunque no quiere reconocerlo la presencia de la gitana le ha turbado, sus cavilaciones son interrumpidas por la aparición de Micaela quien le trae noticias de su madre, cuyos recuerdos emocionan a Don José.
Cuando Micaela se va y queda solo resuelve que se casará con ella desechando cualquier pensamiento sobre la gitana. En ese momento empieza a escucharse un gran revuelo y salen las cigarreras peleándose. Zúñiga ordena a Don José que entre en la manufactura para ver que pasa, al poco rato sale el cabo escoltando a Carmen como autora de la reyerta, cuando la interrogan ella responde con un irónico tarareo por lo que el teniente resuelve que le aten las manos y la lleven a prisión.
Quedan solos mientras Zúñiga redacta la orden en el cuerpo de guardia, momento que aprovecha Carmen para, utilizando toda su seducción, convencer a Don José: si la suelta se podrán encontrar en la taberna de su amigo Lillas Pastia en las afueras de Sevilla, dándole a entender que será su amante. El cabo accede y cuando se dirigen hacia el puente camino de la cárcel, Carmen le da un empujón y escapa mientras la multitud rodea al teniente.


Acto II

En la taberna de Lillas Pastia, Carmen y sus amigas Frasquita y Mercedes bailan y cantan para distraer a Zúñiga y otros oficiales. El tabernero acucia a los militares para que abandonen el local ya que es hora de cerrar. El teniente pregunta a la gitana si aún está enfadado con él por haber arrestado a Don José por el engaño de su fuga y le informa de que el cabo ya ha cumplido su arresto y acaba de salir del calabozo.
Empiezan a escuchar jaleo fuera, cuando se asoman ven que hacia la taberna se dirige una comitiva con antorchas vitoreando al ilustre torero Escamillo, este responde al brindis cantando la canción del «Toreador». El diestro también repara en los encantos de Carmen, pero esta declina su «invitación». Zúñiga se despide y sale con la comitiva del torero prometiendo volver más tarde «por si acaso».
Cuando quedan solas Carmen y sus amigas aparecen Dancairo y Remendado, dos contrabandistas amigos de las gitanas que las instan a que les ayuden a dar un golpe que tienen planeado. Carmen se niega a acompañarles declarando su enamoramiento, además de por la cita que tiene con su amante recién salido del calabozo. Cuando los contrabandistas oyen a lo lejos el canturreo de Don José «Dragón d’Alcalá» dejan sola a Carmen, no sin insistirle para que ella y su enamorado les acompañen.
Entra Don José en la taberna y es cariñosamente recibido por Carmen quien baila para él acompañándose de su propio canto, apenas ha empezado cuando el cabo le pide que calle pues cree haber escuchado los clarines de la retreta, la gitana se burla de él por hacer caso al llamamiento, Don José protesta con pasión diciéndole que la flor que ella le lanzó el día de su detención le ha acompañado durante su arresto, como recuerdo de su amor. Carmen es inflexible «si me quisieras me seguirías a la montaña» pero él se niega a desertar, cuando se dirige a la puerta para irse llaman a la puerta, es Zúñiga quien le dice que se vaya, para quedarse a solas con la gitana, cosa que aquel rechaza provocando un altercado que Carmen interrumpe interponiéndose entre ambos soldados, a la llamada de ésta aparecen los contrabandistas que desarman al teniente y se lo llevan fuera. Debido a este suceso no le queda a Don José otra opción que seguir a los contrabandistas a la montaña.


Acto III

Es noche cerrada en el refugio de los contrabandistas y gitanos en un lugar escarpado de la montaña. Carmen está cansada de los celos de Don José, mientras éste añora su pasado de hombre honesto. Mercedes y Frasquita echan las cartas, Carmen se suma a ellas y descubre en esta práctica una persistente revelación: «la muerte, siempre la muerte».
Aparece Dancairo que acaba de llegar después de reconocer el paso por donde los contrabandistas deben salvar sus mercancías, pero para ello será necesario que las gitanas distraigan a los aduaneros.
El día despunta y los contrabandistas se ponen en marcha, cuando la escena queda vacía aparece Micaela que viene a buscar a Don José, cuando le descubre a lo lejos éste carga su arma y dispara, ella se asusta y se esconde. Aparece Escamillo examinando su sombrero en el que se aprecia un orificio causado por la bala que ha disparado Don José. El tono amenazador del encuentro entre ambos hombres se apacigua cuando el torero se da a conocer. Sin embargo las confidencia del diestro que declara venir en busca de Carmen, de la que está enamorada, vuelve a ensombrecer el ambiente, que obviamente acaba en reyerta. Cuando Don José está a punto de herir a Escamillo, Carmen le detiene; los dos hombres sentencian la revancha para otra ocasión y el torero se va.
En ese momento Remendado descubre a Micaela quien suplica a Don José que la acompañe, que vuelva al pueblo, pero este declina mirando a Carmen que le expresa su deseo de que marche «nuestro oficio no está hecho para ti». Micaela declara entonces que la madre de Don José está muriéndose, motivo más que sobrado para que éste decida irse, no sin reprocharle a la gitana que lo que verdaderamente quiere es deshacerse de él para correr tras su nuevo amante. Don José se despide advirtiendo que volverá...

Acto IV

Es día de corrida en Sevilla y la gente se apiña en torno a la plaza de toros. El gentío vitorea la llegada de las cuadrillas, Carmen aparece radiante acompañando a Escamillo al que declara su amor. Frasquita y Mercedes han visto a Don José entre la multitud y se acercan a Carmen para prevenirla, pero ella declara «no soy mujer que tiemble ante él. Le esperaré para hablarle». Cuando todo el mundo entra en la plaza de toros, quedan solos los antiguos amantes.
Don José suplica a Carmen que vuelva con él, partir lejos y empezar de nuevo, ella se mantiene inflexible «¿Por qué anhelas aún un corazón que ya no es tuyo?. No obtendrás nada de mí». Las aclamaciones que provienen del ruedo, proclamando victorioso a Escamillo, dejan al descubierto los sentimientos de Carmen. Don José loco de rabia apuñala a Carmen y la mata, en el mismo momento que sale la gente de la plaza: «Podéis detenerme ¡Yo la he matado! ¡Oh Carmen! ¡Mi adorada Carmen!».

domingo, 3 de abril de 2011

FANTÁSTICAS




























En la tarde noche de ayer y con poco más de medio aforo cubierto, nos ofreció el Teatro Villamarta una función en la que nos brindó la puesta en escena dirigida por José Luis Castro de el intermedio cómico EL SECRETO DE SUSANA de Ermanno Wolf-Ferrari con libreto de Enrico Golisciani y la tragedia lírica LA VOZ HUMANA de Francis Poulenc con libreto de Jean Cocteau.
Isabel Rey como la condesa Susana y Jevier Franco como el conde Gil, nos bridaron la primera de las dos puestas en escena de una manera sutil, agradable y deliciosa.
Tras el descanso la impresionante voz de Elisabete Matos nos llevó con un excelente dramatismo por el discurrir de ese monólogo operístico que se nos brinda en La Voz Humana.
La Filarmónica de Málaga dirigida por Lorenzo Ramos puso el punto en la i a esas interpretaciones que se nos ofrecian mientras, los moteros hacian rugir sus máquinas en el exterior.
Una tarde noche muy muy agradable.

viernes, 1 de abril de 2011

MAÑANA SABADO DIA 2 DE ABRIL






















Coproducción Teatro Cervantes, Teatro Arriaga, Gran Teatro de Córdoba y Teatro Villamarta

ORQUESTA FILARMÓNICA DE MÁLAGA

LORENZO RAMOS, dirección musical

JOSÉ LUIS CASTRO, dirección de escena

ARGUMENTO "EL SECRETO DE SUSANA"
La escena tiene lugar en un elegante salón en casa del conde Gil. Este entra de su paseo, agitado porque cree haber visto en la calle a una mujer vestida igual que su esposa que, por expreso deseo de él mismo, nunca sale sola de la casa en su ausencia.
Apenas se ha adentrado en otros aposentos, llega su esposa de la calle vestida exactamente como su esposo la ha descrito, le entrega misteriosamente un paquetito su criado Sante y, tras cerciorarse de que su marido se encuentra en la casa, se retira ella también a sus habitaciones.
Inmediatamente regresa Gil, quien comprueba que Susana está en casa y, por lo tanto, todo ha sido un error suyo. Pero, de pronto, éste percibe un claro olor a tabaco y, si él no fuma, Susana tampoco, y la servidumbre no se permitiría tal familiaridad, ¿quién es, entonces, el fumador? El demonio de los celos se despierta en la cabeza de Gil de modo que, cuando su mujer sale de sus habitaciones y lo saluda cariñosamente, éste la somete a un interrogatorio que acaba por turbarla y por hacer que se enfade de verdad con un marido que, hasta ahora, nunca se había atrevido a hablarle de ese modo. Al final, Susana se lo lleva a su terreno con arrumacos pero, cuando Gil va a abrazarla, el olor a tabaco se hace más claro y persistente, con lo cual éste se convence de que su esposa le engaña con otro hombre. Ella, por su parte, está convencida de que su bien guardado secreto ha sido descubierto. En un arrebato de rabia y de celos, el conde comienza a romper con todo lo que se encuentra a su paso y luego se marcha al círculo de amigos, no sin antes planear una repentina vuelta para “pescar in fraganti” al amante fumador.
Susana, por fin sola y tranquila, le pide a Sante el paquetito y, sacando de éste un cigarrillo, comienza a fumar con fruición. Inesperadamente, sin embargo, llama a la puerta el marido y esto le obliga a esconder el cigarrillo y al criado detrás de las cortinas.
El olor a tabaco es ahora tan evidente que Gil, furibundo, llama a Sante para que le ayude a registrar la casa y sacar de su guarida al seductor de su esposa.
La búsqueda, naturalmente, resulta infructuosa y Gil vuelve a marcharse para esperar mejor ocasión. Susana y Sante fuman de nuevo y ésta hace un largo elogio del placer del tabaco cuando, esta vez por la ventana, Gil se precipita en la habitación y sorprende a su esposa en pleno vicio. Ya no hay secreto, pero tampoco amante, ante lo cual Gil, realmente aliviado, perdona a su esposa la pequeña falta y decide fumar también él para acompañarla. Ambos encienden sus cigarrillos y, cogiéndose de las manos, bailan alegres mientras cae el telón.

ARGUMENTO "LA VOZ HUMANA"
El libreto se ciñe a un solo personaje femenino, a quien escuchamos hablar por teléfono con su pareja, de la que se está separando. De esta manera queda configurado un dúo virtual de amor (o mejor dicho, lo que queda de él), donde una de las partes queda reservada a la imaginación del oyente. Lo que sí nos queda claro es la angustia de esta mujer, que sabe que la están mintiendo, que intenta desesperadamente no dar pena y que no ve más salida a su situación que el suicidio.